viernes, 16 de diciembre de 2016

Seis grados escasos

Seis grados escasos y lloviendo a cántaros al otro lado del balcón. De puertas adentro, el calor del fuego, el silencio acentuado por la música del agua, el ordenador, los libros y el café calentito. De puertas adentro, yo, agradecida hasta la incredulidad por el regalo de este trocito de tiempo de calma y soledad, en medio de una época tan dura. Tiempo para pensar, para leer, para descansar. Tiempo para contemplar, para estar conmigo, para no hacer, sencillamente, nada.
Gratitud, también, hacia los pocos amigos -antiguos y nuevos- con los que he compartido algunos ratos de estos benditos días.
Días aún no agotados, pero que ya se van acercando a su fin. Y es a la vuelta cuando noto de verdad la huella de este retiro simple y sin pretensiones. Esa suerte de orden interior que se ha ido produciendo suavemente, esa maduración tranquila y silenciosa que me acompaña, acrecentada, cada año,  mientras voy conduciendo rumbo a casa -a mi otra casa-.
Mientras tanto, aquí no pasa casi nada. Paseo, cocino, añado troncos al fuego, fotagrafío la belleza... Y siento que estoy viva. Que estoy conmigo. Que estoy bien.
Sin más.

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