lunes, 31 de agosto de 2015

De amor y de silencio

Amar tu cuerpo, sí,
pero amarte en tu cuerpo.
Sentir tu cuerpo abierto a mi amor que lo riega,
tu carne, transparente a mi amor que la empapa,
el metal de tus huesos, líquido a mi presencia.

Amar tu cuerpo como quien ama lo sagrado,
como quien, reverente, se adentra en tu paisaje,
como quien atraviesa la vastedad del mundo
para posar el alma en el lugar del alma.

Amar tu cuerpo en trance, como quien toca el arpa.
Como quien se derrama sobre la dulce tierra,
como quien se deshace en agua y alimento,
como quien se ha perdido por los bosques del tiempo.

Amar como quien llega y levanta los velos,
y levanta las capas de dolor infinito,
como quien, con cuidado, roza la pulpa tierna,
el centro vulnerable, la faz de la inocencia.

Amar como quien reza, como quien se recoge.
Orar en el silencio tu cuerpo silencioso.
Amar en el silencio. Amar y ser silencio
y quedar en silencio.

Amelia de Sola
(Este poema ha sido publicado en Rolde, revista de cultura aragonesa, en el número correspondiente al primer semestre de 2015)

Fin de verano

Sentada junto a la ventana abierta, asomo la mano de vez en cuando para sentir la lluvia mansa que ha dejado tras de sí la tormenta.

Hace un silencio de pueblo, de campo solo, de casa de tapial y madera y siglos de resguardo. Hace un silencio punteado de gotas de un agua fina y liviana. Un silencio de final de verano, y una tristeza de tener que volver a donde no se quisiera. Una tristeza de bolsas y paquetes y coche. De ciudad que nos espera para tragarnos, para retomar la triste doma de almas a la que llamamos vida normal.
Una tristeza de 31 de agosto...

Haikus tras la tormenta

Cantan los grillos
en el campo mojado
tras la tormenta.

Como un cuchillo,
el canto repetido
hiere la noche.

Charcos de lluvia
sobre la tierra, ardiente
de tanto agosto.

A.S.